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viernes, 13 de noviembre de 2015

¡Burros! Sobre privatizar o lo que los cobardes llaman externalizar

Y como no, el burro de turno, salta "eso es por privatizar", el rebuzno constante, que no por más sonoro tiene más razón “si lo hiciera el estado no habría pasado”.
Burro, burro, burro y mil veces burro.
Plantear que la ineficiencia del sistema es la iniciativa privada, sólo se le ocurre al más tonto de los tontos, y los hay, claro que los hay.

Llegar a una situación tan remotamente desastrosa sólo se explica por un error en cadena de todo el sistema legislativo-administrativo español, el que si precisa una reforma profunda y real, y no maquillaje de salón, con quito unos carguitos, pongo unos controlitos, y dejo votar otro poquito.

Si nos vamos al origen del origen, un conselleiro llega a su cargo por los servicios y relaciones prestados y obtenidos dentro de su partido, en un muy segundo plano su mérito y capacidad de servicio a la sociedad, pero esta dinámica de ascenso, gusta a todos los partidos que posibilita así el control de quien es quien de las élites dirigentes.
Colocado alguien con poca capacidad a dirigir una consellería, su objetivo será perpetuarse, de manera que intentará que todo lo que ocurra le salpique lo menos posible, y dejo muy al lado las posibles interpretaciones de amiguismo, depotismo y corrupción, que la sociedad asigna a estos puestos.
Por lo tanto, ante una situación en la cual hay que ofrecer un servicio como dar de comer a niños, hay que hacerlo que moleste lo menos posible, pero claro, se reparte un jugoso botín, un dinero por niño que come por día, en un sistema que simplemente contabiliza el propio vendedor, y se supervisa por la firma de un director que debe hacer de contable, mientras comprueba que no falten folios en su centro, mala supervisión, nefasta posibilidad de servicio deficitario.
Y para la empresa que quiere ese negocio, le exijo precio y calidad de servicio. Y el que quiere escurrir el bulto lo máximo posible, intenta que los conceptos precio y calidad sean lo menos conflictivos posible.

Primer error, pensar que el precio es mucho más importante que la calidad de servicio, y más aún cuando hablamos de niños y nutrición.
Segundo error, considerar que la calidad es cuanta gente atiende, para que se coma rápido y pasen los siguientes, y cuanta variedad.
Tercer error, considerar que el control de la calidad y variedad se hace obligando a que los platos de cada día respondan a un listado marcado por el estado.
Cuarto error, que esos platos terminen definiendo la distribución dietética en conceptos como Lacteo, Mar, hortaliza, etc....
Quinto error, que conceptos como lacteo o mar sean tan, tan abiertos que una croqueta de bonito tenga la consideración de mar, que ya de por sí deviene de la consideración de pescado. O que se llame lacteo, a aquello que lleva leche sin importar la proporción de los componentes importantes de un lacteo, lease calcio, proteinas, etc...
Y entonces llegamos a las exigencias técnicas para este servicio, que no olvide que es el Estado quien tiene la potestad de exigir: - Que el tiempo desde la cocina a la ingesta se considere el mínimo posible - Que el concepto de cercanía se defina como el máximo posible. - Que el concepto de cantidad se defina como el suficiente.
¿es problema de privatizar? No señor, es problema de la dejación clara, y no quiero pensar interesada, del estado en su función reguladora del mercado.
La correcta licitación en una economía capitalista bajo los principios de libertad de mercado y ley de la oferta y la demanda, no puede permitir que la competencia entre los licitadores se reduzca a un racaneo de céntimos; aún con las graves deficiencias que cualquiera que haya licitado en alguna ocasión conoce de nuestra legislación de contratos públicos, sabe que otro tipo de condicionantes son posibles.

En el caso de alimentación, es posible exigir un un cuadro nutricional completo de cada menú, que determine la calidad de la bechamel que he decidido exigirte, que determine en el concepto "pescado" si pone usted panga o lenguado.
Es posible definir con exactitud los kms desde la cocina hasta el comedor, y si son metros mejor.
Es posible definir, no ya cuanta gente sirve, si no cuanto tiempo debe pasar un usuario dentro del comedor, y eso determina los tiempos de espera y los tiempos ingesta.
Es posible cuantificar en peso la cantidad de comida devuelta, que como todo padre sabe indica si le gustó la comida la hijo o no. Hay tantos posibles más allá de llamar calidad a ofrecer 20,30 o 40 menús de los que yo te pongo.
El sistema de control y supervisión falló por todos lados, desde la puesta en marcha de la licitación, ya renuncio a que se realice un sistema que permita antes de la publicación que esta sea lo más perfecta posible, nadie revisó como se iban aplicar los criterios exigieran la solvencia que el articulo 54 del TRLCSP exige.
Y como el sistema es como es, nadie pudo, abierto el sobre B, decir: "paren las máquinas que aquí falla algo". Y algo muy grave falla, cuando de los 4 criterios de puntuación, TODAS, TODAS las ofertas empatan en la mitad y el 70% empatan en un tercer criterio. Que nos queda como criterio de desempate, y por tanto decisión real, el precio, única y llanamente.
¿Es entonces problema de privatizar? No idiota el problema es el Estado, una vez más. Sólo desde una reforma profunda de los mecanismos de decisión, control y supervisión de la función contratista del estado, se podrá de forma efectiva defender y promover la libre competencia, base de la justicia social en la economía de mercado.